Elvira
llamó llorando, desconsolada por lo que acababa de hallar, encontró a Pedro, su
hijo, armando un cigarrillo extraño en su cuarto.Él
se encontraba allí, solo, en el cuarto que la misma Elvira le había alquilado,
una semana antes; según ella para que sea independiente y deje “la mala vida”.
Todo empezó cuando
Pedro a duras penas logró terminar la secundaria, tenía 16 años, no era buen
alumno, era distraído, juguetón, pésimo en conducta; y es que algo lo atormentaba,
quería conocer a su padre biológico. Elvira por primera vez se animó a hablar de
él, pensó que eso lo ayudaría a cambiar para bien, “tal vez recapacite”. Seguir leyendo