Así empezó Oriana a contarme sobre el
chico que le gusta y “le está moviendo el piso”. ¿Por qué un secreto?, le pregunté. “Es que mi
mamá ve con malos ojos a la gente que se desenvuelve en esos medios… y nadie lo
sabe”, respondió casi como un susurro.
Se trataba de Javier, el instructor del
gimnasio al que va Oriana. Efectivamente, el chico tenía buena pinta y el
típico perfil de los personajes que salen en los programas concurso,
“agarradito” y sí, muy guapo. Ella no paraba de mostrarme sus fotos en el
celular.
Oriana y yo habíamos dejado de vernos
cerca de 4 meses por una pequeña discusión y me sorprendió verla esa tarde
tocando mi puerta. Tenía una mochila repleta de cosas, entre ellas unos pomos
que yo veía por primera vez.