TE CUENTO UN SECRETO

Así empezó Oriana a contarme sobre el chico que le gusta y “le está moviendo el piso”.  ¿Por qué un secreto?, le pregunté. “Es que mi mamá ve con malos ojos a la gente que se desenvuelve en esos medios… y nadie lo sabe”, respondió casi como un susurro.

Se trataba de Javier, el instructor del gimnasio al que va Oriana. Efectivamente, el chico tenía buena pinta y el típico perfil de los personajes que salen en los programas concurso, “agarradito” y sí, muy guapo. Ella no paraba de mostrarme sus fotos en el celular.

Oriana y yo habíamos dejado de vernos cerca de 4 meses por una pequeña discusión y me sorprendió verla esa tarde tocando mi puerta. Tenía una mochila repleta de cosas, entre ellas unos pomos que yo veía por primera vez. 

LLEGÓ EL INVIERNO, PERO NO LA SOLEDAD


Falta poco para las 5:30 de la tarde. Algunos salen del trabajo, los más jóvenes del colegio. Por las calles vemos como la gran mayoría dejó atrás la vestimenta ligera y lleva abrigos o casacas para enfrentar el frío atardecer. Nos damos cuenta que llegó el invierno, esa estación en la que jóvenes y adolescentes toman como propicia para reflexionar sobre sus vidas, caminando bajo la lluvia, entre amigos o en compañía de un café.

Notamos cambios en nuestra rutina porque son diferentes nuestras actividades. Los fines de semana de playa son ahora momentos para permanecer en casa alejándonos del frío. Esta situación podría llevar a muchos a tener esas complejas sensaciones de soledad, impaciencia o pérdida de interés. En ocasiones hasta se puede llegar a sentir tristeza al recordar épocas pasadas.

¿TE SIENTES VALIENTE?

Cuantas veces debemos caernos de la bici para aprender a manejar:
Son muchas las situaciones que vivimos a diario. Muchas de ellas son gratas y otras tantas nos invitan a descubrir nuestra fortaleza, habilidades y sobre todo, a tener mayor consciencia sobre nosotros mismos.

Es poco comprensible pensarlo como una invitación cuando uno pasa por un mal momento, pérdidas, enfermedades y otro tipo de situaciones adversas que impactan nuestras vidas.

Es complicado entender que pueda ser positivo, pues nos alberga la desesperanza o buscamos culpables, siendo reacciones naturales sentir ira, angustia, ansiedad o tristeza.

Otra cosa que nos puede suceder es que nos neguemos a enfrentar lo que nos está pasando, lidiar con todos esos sentimientos y actos que llevan a enredar aún más nuestras emociones, sentimientos, decisiones, y al final puede generar la sensación de estar solos, ser incomprendidos y buscar huir de todo eso.

TODO ME SABE A NADA

Siendo las 8:13 de la noche, sentada sobre mi cama, me pregunto por qué me siento así. Ya son varios meses que no tengo ganas de algo: todo “me llega”. Casi todo el tiempo estoy triste, las lágrimas me siguen a todos lados, ¡lloro hasta cuando camino!

No puedo pensar en algo: mi mente vuela. Cuando trato de hacer las tareas del colegio se me vienen ideas dispersas, ¡no puedo ordenarlas! El cansancio me sigue casi todo el tiempo. 

Escuchaba una y otra vez de mis amigos:  “Vamos a la playa”, “¡Vamos al cine!”, “Hay una reu buenísima, ¡vamos!”. Hasta que un día se empezaron a alejar. Creo que mi poca cordialidad e interés en sus actividades hizo que pensaran que no quería estar con ellos. Pero no me importaba. Iba al colegio y todo me parecía aburrido. No sabía qué me pasaba. 

COMO AYUDAR A UN JUGADOR PATOLÓGICO (LUDÓPATA)

Primero es necesario tener bien claro que es el Juego patológico o Ludopatía.  La cual es un comportamiento caracterizado por la incapacidad de abstenerse y detenerse respecto del juego (máquinas tragamonedas, juegos de cartas, carrera de caballos, ruleta, entre otros juegos de azar). Esta conducta va a generar una gradual alteración en las diferentes áreas de vida de la persona a nivel laboral, educativo, económico, familiar, etc.

¿Cómo ayudar a una persona con problemas de Juego Patológico (Ludópata)?
  • Hay que informarse ampliamente sobre las características de la ludopatía.
  • Es necesario buscar ayuda profesional, apoyo para el jugador y para la familia.   Es necesario   que la familia reconozca y acepte que también necesita ayuda.