EL SECRETO DE MI PADRE


Jesús no dudó en comentarle a su mejor amiga de 13 años su más grande secreto. Un sábado en el barrio, mientras los demás jugaban fulbito, montaban bicicleta, skate, y otro grupito de más allá tomaban sus tragos, le pasó la voz a Claudia, “Hey flaquita ven pa acá, vamos a la banqueta del parque”. Jesús no resistía más, sentía una fuerte presión en el pecho, le dijo que hace un tiempo se había dado cuenta que su padre consumía un polvillo por la nariz y que justamente ayer cuando su padre se dio cuenta de su presencia él salió corriendo despavorido, pensó que le iba a pegar, sin embargo desde ese día su padre le habla como si nada.

Jesús está confundido, pues no sabe si contárselo a su mamá y sus hermanas mayores, cada vez que se cruza con su padre siente que este le habla con la mirada “mejor cállate”.
Claudia, había recibido una charla en el colegio sobre drogas, allí le habían explicado que las personas que tienen problemas de adicción se tornan violentas, son inestables emocionalmente a tal punto que pueden dañar física y psicológicamente a su familia. Jesús armaba en su mente una película de recuerdos que había vivido de pequeño, empezaba a hallar razones del comportamiento de su padre. De pronto, Clau le dijo que se esconda y vea lo que está ocurriendo detrás de la pérgola, estaban realizando un “pase de drogas”. Jesús le dijo, seguro son los fumones que se vienen del otro lado, ¡no aprenden, ojala los tombos los chapen!, sin embargo más grande fue la sorpresa cuando a media luz, iluminada por el único poste del oscuro parque, vió la cara de su padre.

Él se decía “cómo no puedo solucionar esto de una vez” sintiendo un fuerte resentimiento. Pasó por su mente hacerle seguimiento “a lo detective secreto” para luego desenmascararlo y denunciarlo pero inmediatamente podía sentir el dolor de su madre.
¡Que intensa situación para un chiquillo de apenas 12 años! Empezó a sentirse amargado, a rabiar por cualquier cosa, incluso a dejar de salir con sus amigos y encerrarse los fines de semana en su cuarto acompañado de música estridente que calmaba la rabia que experimentaba. No volvió a ver a Claudia, se alejó de ella. Dos semanas después, de intentos fallidos por intentar hablar con Jesús, Claudia decidió utilizar el Facebook para hablarle:
“Oye, tontito, ¿dónde estás? Háblame por favor, estoy preocupada por ti, desde la última vez que conversamos y vimos esa extraña situación ¡Qué fue!, no terminamos la conversa, solo quería decirte que mi tío Bruno, tú lo conoces, también tuvo el mismo problema y pasaron muchas cosas que quisiera contarte”…

Claudia, recuerda que su tío Andrés tuvo una intensa adicción al alcohol, de hecho cuando tenía 8 años, compraba las cervezas para él, observó la degradación de su tío, y el sufrimiento de sus primos. También recuerda que sus familiares no aceptaban que se trataba de una enfermedad, tal como se lo explicaron en aquella charla del cole; más bien, pensaban que se trataba de un problema de carácter o rebeldía. Buscaron ayuda espiritual y profesional. Su tío en la actualidad se encuentra sobrio “tranquilo, con mucha fuerza de voluntad”.  


“Jesús, quería compartir esto contigo, jamás lo habíamos hablado”.

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